viernes, 6 de septiembre de 2013

Corazón, con razón.

-          Creo en el amor. -dijo con la boca manchada de fresas.
Era primavera y el sol calentaba nuestros pies.
-          No creas en nada que no puedas ver.- le dije.
-          Yo veo los besos y abrazos que me das. Veo tu sonrisa asomarse cuando digo lo mucho que te eche de menos, veo que te necesito a mi lado. Puedo hasta recordar las ganas de verte aquella vez que no supe de ti en días.
-          Fueron horas, exagerado.
-          ¿Qué más da? Yo veo el amor, te veo a ti mi amor. Ahora aquí, dudosa y sonriente al mismo tiempo, sujetando mi mano. Tranquila, puedes soltarla sin miedo ella no se irá.
-          Te quiero.
-          ¿Ves? Tú también lo ves, ¿entiendes por qué creo en el amor?

Lo malo es que ella no me entendió, y me beso. Para callarme. Para que no mirará más sus ojos. Para que no me diese cuenta de que era cierto, ella no veía amor en mí.

No creía en el amor.
En el nuestro no al menos.
Y eso destrozó todos mis corazones.

Corazones sí.
Destrozó mi corazón en el amor.
Destrozó mi corazón en sus manos.
            Sus caricias de buenos días.
            Sus besos de buenas noches.
Destrozó mi corazón llamado Amor.

Destrozó el de mi lengua y con ella el verbo ‘amar’, el sustantivo ‘amor’ y derivados.

1 comentario:

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