miércoles, 13 de marzo de 2013

Se dedicaba a diseñar interiores.

Movía corazones hasta que pegaran un vuelco, hasta que se escuchase el irritante chirrido notificando que ya estaba al límite de sus posibilidades. Pintaba el tiempo color ocre por si el día se disponía a ser demasiado soleado, demasiado alegre. Creaba grietas en cada pared lisa para darles 'personalidad', para darles algo que contar, algo que los hiciese únicos. Diseñaba recuerdos de marco metalizado, a conjunto con el resto del diseño. Recuerdos que nadie había vivido jamás, yo al menos no los supe situar en el tiempo.

Le pregunté, intrigada, por qué no utilizaba el realismo en alguna de aquellas obras, así serían más impactantes ante el público. Ella sonrío con malicia, y suspiró.

- Querida, eres tan inocente, verás lo que realmente impacta no es lo que se vive, ni lo que se dice en voz alta. Que va. Lo que impacta es ver a tu mente analizando cada posibilidad de aceptación '¿y si le invitase a cenar? me diría que no, o tal vez me dijese que sí. Si llegase a conocerme todo cambiaría. Voy a llamarle, no espera, no es una buena idea, ¿o si? Estoy resultando patética, venga duerme, será mejor dejar todo esto.' Lo que nos impresiona es esa locura kamikaze que nunca fue capaz de saltar más allá que de nuestro viejo colchón. Lo que impacta es la mente de aquel amigo tuyo, ese que te levantaría la falda y las ganas. Aquel que no te susurrará las ganas que tiene de enredarse entre tus tacones. Ese amigo que nunca tendrá nada impactante para contar, claro, sin grietas en el alma ni rozaduras en las piernas ¿Qué tiene para contar? Nada, nada salvo aburridas tonterías, nada salvo lo real. Y no lo digo yo, lo dice él que me pide que diseñe partiendo de la nada. Y es que cuando nuestra mente nos hace sonreír no hay quien deje de pensar.

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