domingo, 11 de noviembre de 2012

Todavía puedo oír el eco

Ocurre a veces cuando te enamoras. Te rompen en pedazos, dejándote de rodillas nadando entre las lágrimas que sienten como todo va a cambiar. Sientes el perfume de la soledad que se acerca a cada paso que avanza la tragedia entre un mar repleto de negaciones, gritos y palabras obscenas. No tiene sentido culpar a nadie, y menos a nosotros mismos. Sin embargo, no dejaremos de repetirnos frases que podían haber cambiado nuestro presente. Siempre nos dejamos las mejores frases en la manga guardadas en el silencio de nuestros errores. Una discusión más provocada por alguna tontería malinterpretada. No dejamos de llorar y de sorber las palabras que salen de nuestra boca. Él no escucha, continúa avanzando con el corazón roto. Porque aunque haya sido él quien haya encontrado la piedra, en mitad de nuestro camino, y la haya arrojado hacía el fin del mundo. Sabe que la huella y el vacío que ha dejado esa piedra siempre continuará estando ahí. Sabe que cuando nuestros pensamientos miren hacia ese vacío nunca llegará a estar él presente. Porque sabe que aunque haya destruido la piedra, para nosotros aún sigue allí. Aunque no la veamos sentimos su presencia dentro de nosotros. Sabe que la esperanza un viernes más nos llamará prometiéndonos que algún día volveremos a tropezar con aquella piedra, pero que esta vez no nos hará caer. Nos hará reír imaginándonos en el suelo tiradas mientras rozamos la superficie de nuestro sueño.

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