domingo, 11 de noviembre de 2012

Miles de versiones de mi misma salen a la luz por el pánico causado en la sala. Confiar. ¿En qué nos basamos al confiar en alguien? ¿En el número de mentiras que esconde o en el número de verdades que maquilla? ¿En qué? Nadie lo sabe. Absolutamente nadie. Y sin embargo aquí estamos confiando en cualquier persona que nos regala un par de renglones de su vida diaria. Dicen que sin arriesgar no llegas a ninguna parte, que debes confiar en alguien. Confiando comprendí que no merecía la pena nada. Confiando comprendí que aquella persona por la que te juegas todo tontea con cualquiera que pasa. Confiando comprendí que los besos tienen mucho que decir y más en noches como esta. Confiando comprendí que no todos somos náufragos de nuestra vida; comprendí que en cada uno de nosotros no solo vivimos nosotros. 

Confío en mi y confío en ellas. 

Te despiertas una mañana pensando lo despejada que anda tu vida últimamente  Lo que no sabes es que en menos de 24 horas llegan las nubes negras con sus rayos y goterones a inundarlo todo, a marcar territorio. A gritarte que no debiste sonreír  que fue pronto. Que el suelo que pisabas era solo nieve que al tiempo se ha ido derritiendo. Que ha durado lo que iba a durar. Que no es por ti, si no porque así es el destino de gorrón. No hay nada que le guste más que robarnos cada piruleta que encuentra a su paso. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario