jueves, 25 de octubre de 2012

Me propuse ser más Sancho Panza que Don Quijote

Tal vez sea eso lo que me reconcome sin parar. Tal vez, este día de otoño, me haya dado cuenta de las muchas sonrisas que malgasté, de todas aquellas noches en las que volví a retocar mis labios de aquel rojo carmín. Tal vez no logre rimar cuánto te quiero con lo poco que me necesitas; nunca se me dio bien componer sobre nosotros. Dos desconocidos que se encontraron a simple vista entre toda la multitud, aquella misma tarde que dábamos toda nuestra vida por robada. Robada por dejar la puerta abierta en un barrio peligroso.

 Fueron demasiadas copas las de aquella noche; demasiados besos con sabor, olvidados por neuronas resacosas. La realidad se desvaneció con cada trago que intentaba recordar. Me gustaron todas aquellas sonrisas que nos provocamos bajo la luz de aquel cigarro; fue tal la energía que provocamos una sobrecarga de emociones. 

Puede que no recuerde todo lo que nos dijimos. Puede que me ofrecieses una escapada a las montañas nevadas y no la recuerde. Debo confesarte que hace un tiempo me propuse olvidarme de todo aquello que no me fuese a servir. Me propuse terminar con todo el ruido que vivía dentro de mi, me propuse ser más Sancho Panza que Don Quijote; y tú querido fuiste un espejismo de mi felicidad. Por ello no recuerdo y por ello soy feliz. Logré cambiar, algo inverosímil en el ser humano.

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